stand by
- criztel07
- 13 may 2019
- 3 Min. de lectura
Busque lugares en donde esconderme por un tiempo, con los vagabundos, pidiendo comida, nunca llegue a robar porque sabía que eso solo atraería la atención, pero no tenía que ir más lejos. El servicio que ofrecía una iglesia era de alimentar a los malparidos como yo (aunque la palabra suene muy fuerte). Cuando me vieron no me dejaron sola un minuto más, me llevaron con ellas. Las religiosas sí que pueden llegar a ser muy persistentes.
Fuimos a un orfanato, nadie sabía mi verdadera identidad porque mentí acerca de quién era, es decir, sabía cómo era Cristol, aunque tenía un carácter muy fuerte y se la pasaba regañandome y gritándome (a veces hasta lograba que me sintiera mal) sabía que él sentía el mismo cariño por mí que yo por él, sabía que él me buscaría, por lo que era mejor que no me encontrara, no le causaría más contrariedades, y de esta forma me mantendría yo también con vida. El incidente de esa noche me trajo a la memoria otra ocasión en la que habíamos sido encañonados mi familia y yo... superficialmente pensé que tal vez eran ellos mismos que habían regresado por mí para terminar el trabajo. Tal vez su intención no era matarme si no herirme y mientras me desangraba torturarme hasta que les dijera dónde estaba mi familia, y aunque no lo sabía actuaría como si supiera para que perdieran el tiempo y no los encontraran… ahí estaba la otra cuestión, que entonces, si iban por mí, pero no fue la familia Besnik quien los envió tal vez él correría peligro.
El atentado no dejaría ser pasado por alto por la familia de Cristol en el caso de que no hubieran sido ellos quienes lo mandaron, pero dudo que le tomaran tanta importancia como para querer saber qué había pasado conmigo a menos de que fuera que se preocuparan por mí. Solo había una persona capaz de albergar tales sentimientos y sí que lo extrañaba. No dije mi verdadero nombre, cuando me preguntaron respondí “Verona” que es el nombre de la ciudad que un día platicando con Cristol me comentó que había estado ahí. Como apellido una palabra que se me ocurrió en el momento, suena muy extraño pero nadie me puede decir ahora que no existe, es Svet.
La historia de donde tomé la palabra no es tan especial pero me hacía recordar buenos tiempos. Nos ponían a estudiar a veces solos a veces juntos, aunque no tan seguido pues era fácil distraernos. Un día que nos dejaron juntos fue haciendo nuestros deberes de idiomas, a mí solo me enseñaban uno a parte del de mi lengua madre, pero a Cristol le enseñaban 5 o 6 a la vez, ese día él tuvo más deberes que yo, aburrida pero firme a no distraerlo me puse a hojear su tarea y encontré esta palabra. Yo pensé que se había equivocado, pues la palabra en el diccionario era Cbet que es luz en ruso, mientras que él escribió Svet como respuesta, “el sonido, aunque lo que ves parece una “C” no se pronuncia así, si no como una S y en vez de B es la V pero que curioso que tú también lo notaras”. Decidí que si algún día quería hacerme un alias sería ese.
Así fue, hicieron algunos trámites, papeleo, mi nombre ahora había cambiado, al menos pedí que el segundo fuera Zoí, lo que me concedieron, pero lo dejaron marcado simplemente como “Verona Z. Svet” nada que ver con mi antiguo nombre, era lo mejor, podía aguantar sentirme más perdida que antes si con eso lograba darle un poco de paz a mi amigo.
Si Santiago alguna vez llegaba a buscarme no había la posibilidad de que me encontrara, ya dudaba que alguna vez fuera a suceder.
Mi vida pasó en el internado unos 3 años, después de un tiempo de intentarlo logré escapar de nuevo, pero ahora con más objetos, mis documentos. No irrumpí en ninguna zona peligrosa, o lo que se le parezca, es solo que la religiosa superior me pidió abandonar el lugar ahora que tenía la capacidad de ver por mí misma.
Así lo hice, me fui y pude conseguir un apartamento, que en realidad fue más bien como un mugroso cuarto, me servía para dormir y bañarme, conseguí trabajo y fui al colegio, obvio que en una escuela pública cerca de mi casa.
Cuando cumplí los 19 años me cambié de casa, no con muchos lujos pero más decente al menos.
Terminé primaria, secundaria y preparatoria con los mejores promedios, aunque todos me menospreciaban por ser pobre, no me importaba, tenía compañía aunque de lo más problemática, pero al menos personas.
Y por fin entré a la universidad. Es ahí donde todo comenzó, mi primer año y fue todo un caos
Comentarios